Liandola a saco [Thomas]

La pequeña Abby caminaba por la carretera tranquilamente indiferente a los coches que pasaban por su lado y le pitaban que se apartara del medio. Vale que se lo decían para no causarle ningún daño, pero para la morena no quería decir eso, sino que quería decir que la estaban jodiendo por puro gusto. Y eso la hacía enfadarse. Así que el último que le pitó se llevó una piedra en el cristal trasero de regalo. Cuando se quiso dar cuenta el conductor (gordo y seboso) Abby ya no estaba allí, pues había girado la esquina y ahora mismo se encaminaba a aquella dicoteca para jovenes, de la que tanto hablaban entre clase y clase.

Se palpó la chaqueta de cuero con las dos manos, y sacó del bolsillo el paquete de tabaco, y el mechero que estababa allí dentro de la caja también. Sacó un piti, y se lo llevó a los labios para así poder guardar el paquete de nuevo. Ya guardado y con el piti encendido, le dió una suave calada al cigarrillo, y acto seguido expulsó el humo hacía el frente. Mientras podía divisar la discoteca pocos metros más adelante. Esperaba pasarselo bien, y liarla mucho. Porque si no alguien iba a recibir un tortazo seguro.

Thomas caminaba tranquilo por la calle dirigiéndose a la discoteca Pacha para pasar un buen rato y también a ver si podía llevarse a alguien más a la cama esa noche, era como un ritual, primero se emborrachaba, emborrachaba a la chica en cuestión, lo llevaba a casa y a la cama para la mañana siguiente decirle si te he visto no me he acuerdo, lo que hacía que todas las chicas se fuesen de casa llorando o insultándome, la más probable de las dos.

Esa noche, llevaba un polo de color azul oscuro, una camisa de color blanco y unos tejanos, juntamente con unas zapatillas de color beige con rallas negras. También llevaba su particular gorrito de color verde, que quedaba bien con todo, aunque eso sí, tenía que combinar.

Cuando estuve a escasos metros de la discoteca vi a una chica que me parecía familiar; tez blanca, sudadera, pelo corto moreno, un cigarrillo en la boca encendido, sin duda tenía que ser Abigail Johnson, Abi.

Abby se paró enfrente de la puerta de la discoteca Pacha. Con el piti ya terminado casi, y las manos metidas en los bolsillos de tu pantalón. Estaba examinando el panorama que se cocía allí. Y al parecer todos eran niñatos y niñatas pijos. Cosa que le repugnaba. Se llevó la mano derecha al flequillo y se lo acomodó bien detrás de la oreja para que no le molestara en el campo de visión. Necesitaba a alguien más de su estilo. Más puñetero. Y no ha idiotas como esos. Dió la ultima calada al cigarrillo y lo tiró al suelo, apagandolo con la punta de su converse. Chafandolo contra el suelo con rabia.

No le gustaba perder el tiempo, y allí fuera lo estaba haciendo. Así que o se colaba en la fila, o su vena agresiva afloraría en nada. Pero justo al girar el rostro, pudo divisar a un rubio bastante conocido para ella. Sobretodo lo conocía muy bien porque habían pasado noches locas alguna que otra vez. Aunque ese niño le repateaba hasta los más hondo, también era verdad.

Frunció el ceño, mientras le miraba fijamente con odio. Así que venía a la discoteca también... mejor, por lo menos esa noche pillaba seguro. O por lo menos eso pasaba cada vez que se encontraban.

Saludó con la cabeza, a modo de saludo, a Abby para después yéndome acercando a ella y a la discoteca Pacha donde sólo habían chicos y chicas, vestidos como "pijos" como diría Abby, o más concretamente, "niñatos pijos".

Mientras me iba acercando me iba poniendo bien el polo y el gorrito para que el de la puerta me dejase entrar a la primera, era hijo del gobernador del pueblo y eso daba ventajas como, entrar primero a todos los sitios, descuentos donde váyase y un impresionante atractivo para las chicas de todas las clases, al parecer, a las chicas les va el poder y si está acompañado con un regalo como yo, mejor.

Una vez allí miré a Abby de arriba a abajo, vestida como siempre, chaqueta de cuero, pantalones negros y las converse del mismo color, casi todo negro a excepción de la cremallera y las rallas de las converse que parecían de un color gris oscuro.

- Qué raro verte por aquí, Abby. -le dije con un tono serio.

Abby siguió con la mirada al chico, hasta que este estuvo delante de ella. Otro que venía con el tipico vestuario de pijos. Con lo comodo que era las cosas sencillas, como una simple camiseta y unos jeans. Pues no, la gente se pasaba delante del espejo horas y horas, y tan solo para hacerse un mierda peinado en realidad. Eso a Abby, como tantas otras cosas, le sacaba de quicio. Aunque bien mirado era comprensivo. En fin. Era lo que había y no se podía hacer nada al respecto.

Se sacó las manos del bolsillo, y con el dedo indice de una se rascó la nariz graciosamente, pues le picaba un poco. Entonces Thomas habló por primera vez en esa noche. Abby chasqueó la lengua un sola vez. - Seh... la verdad es que me aburría bastante, y he acabado aquí - dijo indiferente, y sin animos de hablar con él. Por lo que no dijo nada más. Se limitó a mirar a dos tipas que estaban a su lado. Su mirada bajó hasta el trasero de una de ellas, y después volvió la vista al chico.

Asentí lentamente con la cabeza para después mirar que la cola iba avanzando lentamente, a su ritmo, debían pasar a dentro sólo dos personas o pocas más, porque con todo el rollo esto de los carnés de identidad, de las consumiciones y no sé que rollo más se habían atrasado mucho, y también afectó lo de la destrucción, se tomaban mesuras de seguridad más rigurosas.

Rebuscó entre sus bolsillos de los tejanos para encontrar una especie de tarjeta, blanca por delante, plateada por detrás, como si fuese una especie de tarjeta, que en realidad no era, pero era para entrar en esa discoteca.

- Amm... SI quieres entrar ya, avísame. -dije haciéndome el chulo.

Abby siguió el recorrido de la mano de él hasta el bolsillo, y después se fijó en la tarjeta que sacaba y que giraba entre sus dedos. Alzó una ceja y de inmediato, antes de que el hablara, supo que era esa tarjeta. O por lo menos se lo imginaba. Seguramente sería una tarjeta VIP de esas, para poder entrar sin problemas, y sin hacer la cola de siempre. Aceptó la propuesta de Thomas, ya que no le apetecía quedarse allí esperando más rato. Pero seguramente en optras ocasiones le hubiera dicho que una mierda, que se lo podía meter por donde le cupiera. Pero esta vez no fue así. Y menos mal, porque sino la habría liado y mucho allí mismo.

- Vamos allá - dijo pasando delante de él y llendo directa a la puerta de entrada, con las manos en los bolsillos, mientras miraba a los presentes burlonamente. Pues sabía que la gente que estaba en la cola, se estaría cagando en todo sus familiares. Era bueno tener de compañia a Thomas en esos momentos.

Sonrió cuando le vió jugueteando con esa tarjeta VIP, cuyo uso exclusivo era para él y sólo para él y además si quería llevar una acompañante consigo mismo, lo podría hacer, esa tarjeta llegaba hasta 5 o 6 acompañantes por persona que llevases contigo, es decir, tú y 4 personas más, era una suerte ser hijo del gobernador, todo eran ventajas.

Cuando íbamos acercándonos a la entrada de la discoteca, miré de reojo a la gente que se quedaba atrás, en la cola, mirándonos con mala cara, como si nos estuviesen maldiciendo, pero eso no importaba ahora, importaba entrar en la discoteca.
- Hola Roger. Aquí tienes. -le dije al portero enseñándole la tarjeta, por lo que él abrió la puerta y entramos dentro.

Abby no esperó a que el tipo diera por valida la tarjeta, pues ella ya estaba dentro de la discoteca. Le importaba una mierda lo que dijera aquél tiarrón musculoso. Parecido más a una gorila que a un hombre. Se quedó un segundo mirando el ambiente que se respiraba allí dentro. De momento le faltaba ritmo a aquello. Pero seguramente a lo largo de la noche eso cambiaba, o sino tendría que hacer algo para no aburrise. Se encaminó a la barra directamente, ya que quería un buen trago para empezar la noche. Ni tan siquiera esperó a Thomas, pues ahora que estaba dentro ya no le interesaba. Bueno, le interesaba para una sola cosa, pero ya está.

Se apoyó en la barra y pidió un vodka doble. Mientras esperaba comenzó un juego de miraditas con un tipo que llevaba unas pintas similares a ella. Y aparté no estaba nada mal que dijeramos. Podría ser su proxima victima si quisiera.